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Publicado em Testemunhos
11 Setembro 2020 Comments (1)
Camino vocacional de María Luz

Soy María Luz Suero Taveras, tengo 31 años, 8 de vida consagrada en la Congregación de las Hermanas Catequistas Franciscanas.

Desde niña me gustaba participar de la iglesia, ayudar a mi madre en los quehaceres de la casa y acompañar a mi papá en los trabajos del conuco. Siempre me gustó estudiar.  Hago con responsabilidad cada tarea y compromiso que asumo.

En el año 2005, conocí las Hermanas Catequistas Franciscanas, Albertina de Souza y Carmen Venturi, en mi comunidad. Luego fueron otras hermanas: Teresita Boni, Filomena Bona, Cecilia Mensor (Cisa entre los conocidos)

Tuve acompañamiento vocacional para mejor discernir la opción de vida, ya que una vocación acertada es una vida feliz.  Después de dos años, hablé con las hermanas y le expuse que me gustaría convivir con ellas, hacer una experiencia.

Así fue, el 10 de agosto del 2007, bien temprano viajé a Santo Domingo para mi nueva casa, entrando por la ventana de la guagua (ônibus) porque estaba muy llena. Viajé con las hermanas Albertina y Cisa. Hermana Filomena nos esperaba con un rico almuerzo.

En la fraternidad en Santo Domingo, tenía toda la semana formación, o sea, estudio de contenidos diversos. Allá también, termine mi bachiller.

En la formación inicial desde el aspirantado, realizaba algunas tareas propias de este proceso. En la mañana, daba clases en el Colegio Luz Divina y en la tarde estudiaba. Acompañé un grupo de catequesis en el sector 12, del barrio Nuestra Señora de la Altagracia, de Herrera, Santo Domingo Oeste. Luego de un año, inicié el postulantado, permaneciendo en las actividades laborales, estudiando en el CIFRE (Programa de Formación de la Conferencia de los Religiosos y Religiosas de Republica Dominicana). 

Dios se fue manifestando en cada cosa que iba realizando, participando. La convivencia con las hermanas fue de mucha importancia en todo este proceso de conocimiento, de enamoramiento. Recuerdo que una de las hermanas siempre me decía “nuestra familia es grande y hay de todo”.

Se sabe que para ser Hermana Catequista Franciscana no es hoy para mañana, sino que se va etapa por etapa. Desde el inicio estaba sola como formanda, pero eso no me impidió de responder al llamado de Dios. Claro está que la nostalgia de la familia, el dejar mi comunidad, vivir en la ciudad, fueron dificultades que me desafiaron mucho.

Tuve la gracia de ir a Brasil a continuar el proceso formativo, conocer nuestros orígenes, conocer otras hermanas. Todo eso me ayudo a decidir ser parte de esta familia. Fueron dos años de formación junto con mis compañeras del camino.                                       

Uno de mis sueños como joven era estar al servicio de los más necesitados, ya que mis padres estaban en contacto con Religiosas. Ese sueño se hizo realidad cuando tuve la oportunidad de conocer las hermanas y sabiendo que algún día iba ser parte de ellas. Me siento muy feliz por esta opción de vida que he elegido libremente. Algo muy fuerte para nosotras es que vivimos de nuestro propio sustento. Eso todavía me motivó más a responder el llamado que Dios me estaba haciendo porque siempre me gustó trabajar. Actualmente soy Maestra en el Centro Educativo Padre Vicente Yábar, donde tengo tres años de servicios, como docente. Es un trabajo arduo, pero muy lleno de oportunidades, sabiendo que puedo aportar mi granito de arena para la educación dominicana.

En esta opción de vida, en primer lugar, me siento elegida por Dios, esperé mucho para encontrar hermanas “con pantalones” ya que en mi comunidad solo iban hermanas con hábito. Mi papá me decía: “entra en esa”, en la otra, pero yo le decía: “voy a esperar, Dios me pondrá una en el camino”. Me siento feliz siendo Hermana Catequista Franciscana. Todos los días le pido al Señor, para que Él me dé la gracia de serle fiel hasta el final, siendo testimonio entre mis hermanas, que el Señor me ha regalado y con las jóvenes que Dios seguirá llamando.

Me siento muy comprometida el ser la primera Hermana Catequista Franciscana, de Republica Dominicana. Es un gran reto, ser la primera, y a la vez una gran gracia de poder serlo, porque esto quiere decir que las hermanas que ya están en el país hace 27 años, están dando sus frutos. Lo importante de la misión es lanzar la semilla, que los frutos llegarán en algún momento. Estoy muy agradecida por todo lo aprendido y seguiré aprendiendo en la congregación. Agradezco a las hermanas que de una u otra forma me han acompañado de manera más cercana. Gracias también a mi familia que mismo que no me apoyaban, han mejorado en la aceptación de ser religiosa, en fin, a todas las personas que Dios me ha puesto en el camino.

María Luz Suero Taveras

Santo Domingo, agosto de 2020.