Centro Pastoral Aparktone, Puerto Maldonado, Perú
11 al 13 de octubre de 2013
En vísperas de la Fiesta de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil nos reunimos por tercera vez 26 agentes Pastorales (indígenas, campesinos, religiosos y religiosas Franciscanos de 3 países amazónicos, Brasil, Colombia y Perú) en seguimiento a los encuentros anteriores queremos como Iglesia Misionera, buscar caminos nuevos de diálogo sincero que nos motive a la acción para no cesar en nuestra lucha por preservar la Amazonía, don de Dios para la humanidad. Aun cuando la ciencia viene repitiendo que el daño a la creación es irremediable, sabemos que el Señor tiene la última palabra.
Hace pocas semanas el 5to Informe de evaluación IPCC[1] (Panel Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático) ha elaborado el último reporte sobre Cambio Climático dando resultados desalentadores y poniendo el acento en que es el ser humano el principal responsable de esta catástrofe. Los escenarios futuros de delinean muy pesimistas
Hacemos nuestras las palabras de nuestros pastores que reunidos en Aparecida (Brasil) exhortaban a cambios sinceros de nuestras prácticas cotidianas[2].
Como hijos de Dios, hijos de ésta Madre Tierra, la Pachamama que viene clamando por que nos detengamos en esta carrera de destrucción, tras 3 días de reflexión queremos manifestar:
América Latina, un nuevo tiempo entre el temor y la esperanza.
Vemos con mucha esperanza que surgen por todos los rincones de nuestra América mestiza, india y negra, brotes de rebeldía que desafían el imperio de la muerte, no sin sacrificio, y muchas veces a costa de sus propias vidas. Se está gestando un nuevo tiempo y este parto, como todos, se hace con dolor, pero avizorando mucha vida, una nueva vida brota de las entrañas mismas de esta historia libertaria. Grandes movilizaciones cargadas de sueños de justicia se pasean por nuestro territorio: de Brasil a México, de los Andes al largo pétalo chileno, del Caribe a la extensión de nuestro pueblo exiliado en las mismas entrañas del dragón.
Un aire fresco corre por esta iglesia santa y pecadora, como en los mejores tiempos de aquel papa bueno y esclarecido que decidió abrir las puertas y las ventanas al mundo. Pareciera que hoy se estuviera gestando un nuevo Vaticano II como en aquella época. Hoy de la mano y bajo la guía de un pastor que huele a oveja y que inspirado en la figura profética y refrescante de Francisco representa la mayor esperanza para este pueblo de Dios oprimido y explotado con saña y sin compasión por el gran capital.
Este tiempo de gestación y de rebeldía esta signado también por un nuevo y agresivo empuje del centro capitalista que experimenta una de sus más graves crisis. Se han lanzado con rapiña a arrancar de nuestros territorios los recursos que no se han podido llevar, y no han escatimado esfuerzo para someter a pueblos y a la misma naturaleza bajo esta nueva fase de explotación.
Esta crisis ambiental que pasa nuestro Planeta es el resultado de comportamientos individuales que profundizan las brechas y ponen en riesgo a las futuras generaciones, son provocadas por un modelo que en sí mismo produce desigualdades, viola derechos y degrada el ambiente. Tal modelo, fundado en una explotación intensiva de los recursos naturales, en la producción a gran escala de artículos superfluos y de lujo que incentivan el consumo desenfrenado, elevando a nuestros queridos pueblos y planeta y a todos los que allí habitamos a una situación catastrófica.
Congregados por Cristo nos sentimos llamados a asumir nuestra misión profética de denunciar tal situación, así como fortalecer y divulgar iniciativas de la sociedad civil y de los gobiernos que se oponen a la lógica irracional actualmente dominante que enaltece el mercado y sus instituciones.
Necesitamos prestar más atención a la sabiduría de los pueblos originarios que, basados en sus conocimientos ancestrales resaltan que la Tierra es nuestra madre y que así como nosotros, ella también tiene derechos.
Tal comprensión tiene muchos puntos de convergencia con el pensamiento y practica de San Francisco cuya preocupación por los pobres, por la naturaleza, renuevan nuestras esperanzas de que la historia humana no ha llegado a su final y de que las alternativas están aquí en nuestras manos.
Profundamente envueltos por la espiritualidad franciscana nos ponemos al servicio de la defensa de la justicia ambiental. Entendida como instrumento importante de defensa de los derechos de las comunidades, pueblos y naciones afligidas por políticas, proyectos y emprendimientos que contaminan las aguas, el aire y la tierra (suelo y subsuelo) y promueven diferentes formas de desigualdades. Una perspectiva de justicia ambiental que contribuya para rescatar nuestra relación con la naturaleza y contribuya al fortalecimiento de un nuevo paradigma de civilización que nos invita a ser perseverantes y cambiar nuestras sociedades.
En este contexto de crisis y búsqueda de salidas brilla la figura de San Francisco de Asís. En una sociedad dominada por la razón, por el conocimiento técnico y científico, con una sed de crecimiento y un consumo insaciable de los recursos naturales, Francisco surge como un hombre de gran corazón, de profunda humanidad, de ternura, compasión y austeridad.
En Francisco surge una manera de ser del hombre moderno en un mundo diferente, no sobre las cosas, sino junto con ellas. Él no se presenta como señor de la naturaleza, sino como hermano de ella, no como rey dominador, sino como su servidor. En Francisco está viva la simpatía y la ternura con todos los seres de la creación. El impulsa un corazón nuevo lleno de afecto y cordialidad y profunda reverencia con todos y con todo. Este espíritu nuevo nace de una experiencia religiosa de paternidad universal de Dios y de encuentro con su humanidad en la pequeñez de la encarnación.
La teoría de Gaia nos ayuda a entender la Tierra como un gran organismo vivo que surge de la totalidad de los organismos que la componen, que se auto regula para mantener condiciones necesarias para la vida sustentada en un frágil equilibrio que está siendo roto por algunos de sus hijos.
Como profetas de la vida e hijos de la Amazonía queremos pedir no sólo a las autoridades, sino a toda la Iglesia que vuelva los ojos este tesoro que hemos recibido en custodia y que nos sentimos llamados a proteger. Hay mucha vida que está en juego, nos ponemos bajo el manto protector de nuestra Madre de Aparecida para que continúe guiándonos y sea ella la que nos ponga al lado de su hijo para no dejar de proteger los bienes de la creación.
Paz y Bien.
Puerto Maldonado 13 de octubre de 2013