El lema fue “El catequista como Buen Samaritano”, aconteció en los día 22 a 26 de febrero de 2016, en el salón del colegio María Auxiliadora de la ciudad de Viedma. Fue organizado por Padre Luís García y hermanas Claudia e Adriana.

Fue una semana de intenso trabajo, pero en un clima cálido de amistad, sencillez, humildad. La participación estuvo alrededor de 50 participantes cada día, algunos fueron fieles participaron los 5 días.

El evangelio del Buen Samaritano fue nuestra inspiración y motor para el trabajo y compartir experiencias. En el primer día fue ver la realidad, a través de una dinámica en grupo con diarios de la ciudad, ¿qué noticias son más importante para nuestra realidad? ¿Por qué? Algunos trabajaron con noticias positivas, otras negativas, algunos fueron buscar iluminación en la Palabra, confrontando con las noticias. En el segundo día fue adentrar en los sentimientos que son provocados por la realidad que nos circulan y que actitudes tenemos, ¿actuamos? En el tercer día trabajamos el texto del evangelio de Lucas del Buen Samaritano junto con una reflexión de José Antonio Pagola que fue muy importante para orientar el trabajo en los grupos. En el cuarto día miramos la persona del catequista, sus cualidades, dones siempre asociado a la imagen bíblica del buen samaritano; fue hecho un momento de interiorización en el sentido del conocimiento de uno mismo, que necesito trabajar en mí, que necesito perdonar, sanar en mi corazón para servir mejor como catequista. Y finalmente en el último día celebramos todo lo vivido con el envío ungidos por el aceite que fortalece nuestro ser a la misión con este mandato: “sé buen samaritano, sana las heridas de tu hermano”.

Ser Catequista es alguien enamorado de Jesús, que busca caminos para llegar a los niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, etc. hay que aprender a mirar. Anunciar a Jesús es anunciar al Padre. En un mundo donde las personas no son tenidas en cuentas, si yo soy capaz de tener un encuentro profundo donde la persona pueda expresar, nunca se va a ir porque se va a sentir amada, contenida, valorada. El catequista tiene que ser una persona misericordiosa. Estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre.

La catequesis es ese ámbito esencial donde yo (catequista) también a través del testimonio puedo seguir creciendo en la fe. No nos creamos superiores a los demás. Ese espíritu de compasión, de amor nos haga siempre vivir en esa actitud de humildad sabiéndonos necesitados de Dios, sabiéndonos acompañados por los niños y niñas.

Nuestra catequesis tiene tres realidades que no pueden faltar: cristológica, atravesada por la Palabra y considerar la realidad del otro. La dimensión cristológica nos hace conocer, vibrar con Jesús nos lleva a tener una experiencia fuerte de cristiano para sentirnos amados, y liberados y acompañados por Dios. La catequesis no hace enseñar cosas sino compartir su propia experiencia de fe. Esa catequesis se llena de sentido, tiene otro sabor, es vivencial, y eso es posible si nos vamos adentrando en la Palabra, se deja interpelar. Cuando nos dejamos interpelar por la Palabra ella nos lleva a tener los pies en la realidad, estar comprometidos con las diversas situaciones que están viviendo los integrantes del grupo, comprometiéndose con el camino de la fe de cada uno.

En la evaluación han pedido otra semana de formación, que está prevista para julio de este año, para dar continuidad profundizando desde la Palabra de Dios. Se puede decir que fue una semana de revelación de Dios misericordioso a eses y a esas catequistas.