“Yahvé dijo a Abram: Deja tu País, tú raza y a la familia de tu padre y anda a la tierra que yo te mostraré” (Gn 12, 1).

¡Paz y Bien! Con alegría que yo comparto mi experiencia de dos meses aquí en Paraguay donde me quedo muy contenta.

Es una experiencia que ya había empezado el año pasado, pero con la gracia de Dios me llamó otra vez para salir de mi patria y pisar en este suelo sagrado. Después de hacer una rica experiencia el primer año de Noviciado en Curitiba – PR, donde bebí de la fuente de la Vida que alimenta mi vocación. Ahora ya puedo compartir con las Hermanas de la fraternidad de Puente Kyjhá: Andrea Moratelli y Catalina Brizuela juntamente con todos ustedes.

Durante este tiempo yo puedo escuchar a la gente, sacar mi sandalia y poner mis pies en el suelo, donde hay una rica cultura, con costumbres diferentes del mío, una presencia de Jesús pobre y crucificado en medio del Pueblo. Por ejemplo cuando hacemos la visita a las familias necesitadas, cada mirada, cada rostro con su historia, que presenta alguien que luchó mucho en la vida para conseguí las cosas. Cuando yo miro los jóvenes creo que hay una esperanza, una fuerza que brota de adentro que hace dar las manos para trabajar en conjunto.

Cuando miro los niños, siento la alegría, el amor que hacen al cantar en la misa de las simpatizantes transmitiendo su mensaje a la gente. Cuando compartimos más ganamos, cuando dejamos nuestro orgullo, nuestro egoísmo, lo que vale más es la sonrisa que sale espontáneamente de las criaturas al arreglar un almuerzo para ellos; lo que cuenta no es lo que hicimos por la gente, pero es lo que nosotras significamos en la vida de la comunidad, del pueblo.

Yo creo que cuando hicimos el encuentro con las jóvenes que quieren ser hermanas, para ellas lo que más llamó la atención es nuestro ejemplo de vida, nuestro testimonio como Hermanas Catequistas Franciscanas, siento que cuando dejamos las puertas abiertas, invitamos las jóvenes para quedarse con nosotras apenas para conocernos, compartir, ya acercamos más a ellas, cuando visitamos su familia es una forma también de aproximación, así ambos nos conocemos y creamos más vínculos de diálogo y confianza.

Lo que más me inquieta dentro de esta realidad no son la gente, ni las criaturas, ni los jóvenes, pero como hay personas que necesitan de ayuda, hay una pobreza demasiada, hay muchos enfermos, muchas necesidades, pero pocos operarios para trabajar en esta misión.

Lo que me encanta es escuchar de las personas cuando llaman hermanita, o hermana Alice, todavía no me consagré, pero ya me siento hermana del pueblo encarnada en la vida de la gente, de las criaturas, de los jóvenes, porque yo creo el primer paso es estar cerca de ellos, es sentirme desafiada de hablar errado español, es empezar todo de nuevo si fuera necesario, pero así yo aprendo a ser Hermana Catequista Franciscana.

Alabo y bendigo a Dios que todos los días me conduce, me ayuda en la caminata pues me conoce, agradezco las Hermanas que han dado la oportunidad de volver y dar continuidad en mi proceso de formación en Puente Kyjhá. Encerró con esta frase que ilumina mis pasos: “Llévame donde los pueblos necesiten de tus palabras, necesiten mis gana de vivir. Donde falte la esperanza donde todo sea triste simplemente por no saber de ti”.