Guatemala, un pedacito del mundo, con sus bellos paisajes, el hermoso colorido por la riqueza de su diversidad cultural, pero también un pueblo marcado por la represión, la esclavitud, el racismo y la opresión, como muchos otros en Latinoamérica y el mundo.
Como Hermana Catequista Franciscana Guatemalteca, me siento motivada y provocada a ser “hermana del pueblo” en esta realidad cultural afectada hoy por una crisis sociopolítica y religiosa, también soy cuestionada e invitada por Francisco de Asís, a buscar alternativas que respondan a los desafíos actuales.
Pero, ¿Cómo ser signo del amor del Padre-Madre en esta realidad? ¿Cómo anunciar la Buena Noticia?
La misión tiene sus desafíos y este es un tiempo clave: “Miren que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?”, esta frase alimenta mi utopía.
Visitar a don Francisco, un anciano que vive solo, acompañar a las comunidades en resistencia contra las minerías exigiendo respeto a la vida y a la Madre Tierra, compartir con laicos y laicas franciscanas otra propuesta de vida desde una formación integral y de concientización, caminar con el pueblo en las luchas por los derechos y la justicia, unir fuerzas con otras organizaciones y religiones para buscar juntos alternativas ante los acontecimientos que nos sorprenden cada día… hoy, vivimos el éxodo con nuestros hermanos y hermanas hondureñas, que buscando mejores condiciones de vida, caminan bajo lluvia y sol, está situación nos pide responder como cristianas y franciscanas (cfr. Mt 25, 35).
La misión de llevar la Buena Noticia en estos espacios rompe con esquemas y estructuras. Realizarla con entrega y esperanza le da sentido a mi opción de seguir a Jesús de Nazaret, de asumir su proyecto: el reino de Dios.
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