Nosotras, Luteria del Carmen López Morales de San Luis Jilotepeque, Guatemala, y María Aquino Alcántara de República Dominicana, vivimos la experiencia de misión en esta etapa del postulantado con muchos desafíos y expectativas, pero llenas de esperanza y corazón abierto.
Es verdad que en la convivencia intercultural e intergeneracional encontramos dificultades que nos provocan, pero también nos enseñan a abrir nuestro corazón a lo nuevo, haciendo un proceso de reconocimiento entre nosotras como hermanas con los límites y la riqueza personal y cultural de cada una. Aunque haya diferencias, nos sentimos en casa y creemos que para una misión auténtica con el pueblo es importante la vida comunitaria.
La vivencia misionera ad-gentes necesita de una experiencia fuerte de amor y de fe vividas desde la fraternidad. Ahí se nos da la posibilidad de conocer, estudiar, reflexionar, profundizar y rezar para que nuestro corazón pueda percibir y sensibilizarse con la realidad de nuestros pueblos.
Hemos vivido varias experiencias misioneras en conjunto con otras organizaciones como Centinelas (Movimiento interreligioso por la Dignificación del Estado), así como JPIC Familia Franciscana y CONFREGUA, en comunidades de Cobán, en San Juan Sacatepéquez y Antigua Guatemala con la Tercera Orden Franciscana; talleres con mujeres, espacios formativos de conciencia ciudadana crítica a la luz de la Palabra.
Los momentos intensos con las familias, realidades golpeadas por el conflicto armado interno, desigualdad, violencia intrafamiliar, explotación de la naturaleza, marginación, la vivencia con el pueblo en las marchas, caminatas y manifestaciones pidiendo justicia para defensores de derechos humanos, que hoy son perseguidos y otros martirizados a causa de su coherencia y convicción, nos ha llevado a preguntarnos: ¿Cómo podemos ser auténticas discípulas misioneras en el seguimiento de Jesús?
Este caminar tiene sus exigencias, pero son necesarias para crecer como personas y como mujeres y así estar seguras de los pasos que vamos dando cada día y sobre todo de lo que podemos compartir con el pueblo que sufre y que espera algo de nosotras.
Por eso nos sentimos confrontadas, vemos la importancia de profundizar y llevar en serio la formación en todos los niveles y áreas. Desde nuestro proceso humano, así como intelectual y espiritual.
¡Cuán importante que es también la organización dentro de casa! El huerto, una experiencia con la naturaleza desde la espiritualidad francisclariana, la cocina en esa apertura de compartir nuestra cultura desde los alimentos, la persistencia y concentración aprendidas en el bordado, los oficios de la casa realizados en equipo y con buen humor… ¡cuánto bien nos hace reír!
Somos gratas de conocer otras culturas, entre nosotras y el pueblo, la sencillez en la vivencia de su fe y la alegría del compartir alimenta y fortalece nuestro caminar.
La experiencia cultural nos está ayudando a despertar en nosotras la conciencia de nuestra propia cultura. Nos sentimos motivadas a profundizar nuestras raíces mayas y afrodescendiente, así sentimos que en nuestro corazón se enciende más, el deseo de seguir a Jesús como hermanas del pueblo, en la sencillez de Clara y Francisco de Asís.
Nuestra gratitud a cada hermana por su sintonía, cariño y oración en nuestro proceso formativo y por incentivarnos a seguir adelante en el seguimiento de Jesús, en la congregación Hermanas Catequistas Franciscanas.
Comentários
Sigan con amor, contando siempre nuestro corazón y oración que las acompaña.
Un abrazo
Gracias por el lindo camino vocacional que ustedes estan vivenciando en Guajito! Tenemos la tentación de cantar: 'Qué detalle Señor, has tenido' con Maria y Luteria, cuando llamaste por ellas...
Que Dios las bendiga y fortalezca en la irmandad y cerca del pueblo peregrino!
Nuestro cariño y oración, siempre!